viernes, 16 de mayo de 2014

Desnuda y con sombrilla. Silvio Rodríguez (Video y Letra)



Tú, sentada en una silla,
yo, de pie con expresión de lord.
Tú, desnuda y con sombrilla,
yo, vestido pero con calor.

Tú, con uñas y con dientes,
mirándome de frente
con brillo de matar.
Yo, retrocediendo un poco,
llenándome de un loco
deseo de sangrar.

Tú, besando tus rodillas,
yo, discreto pero sin rubor.
Tú, creando maravillas,
yo, soñándome esquimal sin sol.

Tú, con un ritmo tan lento
buscando un alimento
frotado con alcohol.
Yo, de pronto ensimismado,
mirándote, alelado,
colmada de licor.

Tú, ardiente y sin capilla,
yo, quitándome el sombrero alón.
Tú, dispuesta la vajilla,
yo, al filo de mi pantalón.

Yo, a punto del delirio
extraigo un solo cirio
que poso ante tu flor.
Tú, susurrando un misterio
de un no sé qué venéreo,
me das un protector.

Tú… yo… él.

miércoles, 7 de mayo de 2014

La afrenta del agua. Por Isel Llerena del Castillo

Era una noche de agua y lo olvidé. Me levanté como siempre: dormida. Ya vestida escuché un sonido muy peculiar, de esos que te transportan, te hacen levitar. “El murmullo del agua en la tubería”.

¡El agua, ese líquido vital, se va, se despide!
Tranquila retomé mi ritmo, mi mal ritmo de lunes. En un acto desesperado tomé dos baldes y los coloqué debajo de la llave del agua. La abrí con mucho cuidado para no despeinarme y sonreí. El agua caía dentro del balde como cascada. Su adorable sonido me hechizó, me sedujo, me fue atrayendo. Yo me aproximaba a la salida del agua sonriente, feliz. -Me dará tiempo a llenar mis dos baldes. ¡Qué alegría! Vamos a ver: con uno friego, cocino y me queda un poco para completar. Con el otro voy a bañarme, tal vez pueda, limpiar el piso. Así, mientras el balde se llenaba, mi cerebro soñoliento calculaba los potenciales usos de su contenido. 


De pronto algo cambió. El melódico sonido, se transformó en el estertor de una bestia agonizante. Con ingenuidad, todavía aletargada, me acerqué más. No me lo perdonó, vengativa me escupió y se marchó. 

Con majestuosidad me erguí sobre la afrenta. Sequé mí rostro, ordené como pude el ya irremediable despeinado de mi cabello. Alisé la maltrecha y mojada ropa. Miré mis zapatos con tristeza -se despegan en cuanto huelen el agua- suspiré. 

¿Mencioné que era lunes?