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jueves, 17 de septiembre de 2015

Con la forastera

Para él, también para mí


Ni siquiera esas canciones, esos sitios,
Esos olores que acaso sólo nos parecen hermosos porque
nos recuerdan un recuerdo,
Porque nos recuerdan a nosotros mismos, y quizá lo que
llamamos belleza
No sea sino la terca persistencia del ser más allá de sí mismo,
Más allá de su lugar y su tiempo, como la luz de un astro
hace siglos apagado.
Pero astros sí tendrán en común. Al levantar los ojos
No habrá en el cielo país extranjero.
Aquellas estrellas son estas mismas estrellas,
No distan más de esa ciudad lejana que de ésta.
Aquellas montañas y este mar les son igualmente familiares
O igualmente extraños.
Y también unas desperdigadas horas de febrero
pertenecientes para siempre
Al insaciable pasado.

Roberto Fernández Retamar, De "Siempre por primera vez"

viernes, 26 de diciembre de 2014

Deseos caóticos para un año nuevo

Hacer algo bueno por alguien por que sí, porque te place. Un pequeño deleite gastronómico – si es algo que no puedes comer por salud, más gusto da-. Reír hasta que te salten las lágrimas porque te da la gana. Esos minutos que te tomas después que suenan todas las alarmas y te levantas dormido todavía. El casi imprescindible café de la mañana. Resolver un problema pendiente. Entender algo que te resultaba difícil. Hallar un dinero con el que no contabas, en el momento preciso. Ver el puntico verde encendido de esa persona, aunque no te diga nada. Holgazanear un día, porque quieres, porque te lo mereces. Hacer un trabajo y quedar medianamente satisfecho, porque nunca se queda satisfecho. Recibir una llamada inesperada pero deseada. Acariciar una mascota. Alejarte de hospitales, porque todo contigo y los tuyos está bien. Ponerte la ropa que te queda cómoda, aunque no esté de moda. Escuchar esa música: la que te eriza la piel. Conocer un lugar nuevo o visitar uno que adoras. Conseguir el libro que tanto ansiabas, si te lo regalan, mejor. Leer o escuchar la palabra mágica: ¡Sí! Tropezarte con un viejo amigo o hacer uno nuevo. Cumplir un deseo, un anhelo, una promesa. Recibir un abrazo de oso cuando te sientes solo, desanimado o impotente. Construir lo imposible desde la nada, con tu propio esfuerzo. Alegrarte de que a alguien le va bien, aunque tú estés bien jodido.